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Junio

Sábado

14:30

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'Montañas en la cama', presentación del libro con Maricuela

Poco a poco, Martín salió de su escondite. A cuatro patas, para que no lo vieran, avanzó hacia la habitación de mamá y papá. ¡Quería contarles su aventura de pe a pa! La puerta estaba extrañamente cerrada. Se pegó a ella para investigar y escuchó: papá respiraba cansado, como cuando iba al monte. Y mamá, también. ¡Ahí va! ¡Les ha salido una montaña en la cama! El sábado 1 de junio a las 12:30 horas nuestra amiga cuentista y escritora Maricuela, María Molina, presentará en La Pantera Rossa su último trabajo "Montañas en la cama", para niñas y niños a partir de 8 años. Además, podréis encontrarla firmando ejemplares del cuento en nuestra caseta de la Feria del Libro de Zaragoza, ese mismo sábado desde las 19:00h. En el libro una incursión nocturna a la habitación de papá y mamá desemboca en un divertido relato, en el que se aborda la sexualidad con mucho humor, naturalidad y la dosis justa de ternura. El tema del sexo no se debe evitar en la infancia, ya que forma parte de una educación sana y la exposición sin prejuicios de las muestras de amor contribuye al desarrollo afectivo. No obstante, su enfoque debe ser acorde con la edad y la capacidad cognitiva. Por ello, es conveniente que el adulto ofrezca información proporcional a la curiosidad del niño o niña y nunca más de la solicitada. La escritora María Molina, Maricuela, reproduce sin ningún tipo de edulcoración —pero sin caer en lo soez o lo burdo— los diálogos entre el padre y la madre, que el pequeño escucha tras la puerta del dormitorio. La inocencia de Martín y su gran imaginación hacen que acabe transformando la noche de amor de sus padres en la subida a una montaña bastante empinada. —¡Umm…! –dijo él. —¡Umm…! –dijo ella. Se han parado a comer. Seguro que mamá habrá hecho tortilla. Papá se chupa los dedos. ¡Qué suerte! ¡Pues yo también quiero subir montañas en la cama y comer tortilla de patata! La narración del cuento permite que el lector tenga acceso a la situación real y, por otra parte, a la interpretación que realiza Martín de lo que sucede en la cama de sus padres; lo que da lugar a un relato hilarante, con escenas tremendamente cómicas. No obstante, el humor y la inocencia no son una cortina de humo con la que el relato pretenda eludir la realidad de lo que sucede. Todo lo contrario, son un instrumento para restar seriedad a un tema que a los padres, con más frecuencia de la que admiten, les resulta embarazoso abordar con sus hijos. “Me gusta mucho intentar ponerme en la piel de las niñas y los niños cuando cuento esta historia. Escucho cómo los adultos se ríen con ganas —creo que nos reímos de nosotros mismos— y observo también la risa cómplice de los pequeños que, aunque no terminen de entender el trasfondo de la historia, intuyen lo que de prohibido y subversivo contiene”, explica la escritora y también cuentacuentos. Por este motivo, se muestra satisfecha con la posibilidad de que este relato sirva para que alguna familia empiece a tratar la sexualidad con “más frescura”, y para que el niño o niña que pregunte al respecto, “no se vaya a dormir con una sensación de fraude”. Para María Molina, las cavilaciones infantiles, sin ningún prejuicio, suelen dejar en evidencia la “estupidez” de los adultos, que terminan abortando la curiosidad infantil “con un simplista eso son cosas de mayores”. Sin embargo, en este relato, los papás de Martín, en cuanto tienen oportunidad, le aclaran que no habían estado subiendo montañas, sino que se querían mucho y así era el amor. Precisamente, la esencia de este álbum es la naturalidad y delicadeza con la que se acerca a la sexualidad. Dos adjetivos que definen también las ilustraciones de Sonja Wimmer, quien consideró que la mejor manera de ser fiel al espíritu de la historia era realizar un trabajo basado en “humor, exageración y algo de poesía”. Por ello, entre las sábanas de la cama de los padres surgen árboles, indicadores de caminos, una tortilla para coger fuerzas para la subida, e incluso una cabra montesa, que añade la dosis justa de comicidad. La ilustradora también decidió darle un compañero de aventuras a Martín. Así, crea un conejo de peluche, que le acompaña a través de todo el relato y que mimetiza todas sus acciones. En él podemos ver reflejado los diferentes estados de ánimo y excitación del pequeño. En cuanto a la técnica utilizada, optó por mezclar lápiz, pasteles y acrílico blanco. Para los edredones, sábanas y vestidos realizó un collage de diferentes papeles y estampados, que refuerzan la sensación de “frescura” con la que este álbum se acerca a la sexualidad.

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